ANNA GRAU. NUEVA YORK.
Ya nadie va a salvarse nunca más por un pelo, sino todo lo contrario. Un único cabello de cualquier persona puede ser suficiente para determinar dónde ha pasado ese individuo las últimas semanas, meses o incluso años. Algo muy útil y que servirá para desmontar coartadas de criminales, para pillar a maridos infieles y hasta para desenmascarar a inmigrantes ilegales recientes que pretendían llevar toda la vida dentro de un país.
La clave es que lo que se come (pero sobre todo lo que se bebe) en cada lugar concreto deja trazas químicas en el pelo, según dicen en la universidad norteamericana de Utah. Y ninguna traza es tan profunda y tan interesante, sostienen, como la del agua del grifo con sus dos mimbres químicos, el hidrógeno y el oxígeno, trenzados en isótopos muy claros.
El experimento actual concluye que hasta un 85% de las variaciones de los isótopos presentes en el cabello de una persona dependen de las variaciones del agua común que bebe.
Materia con personalidad
Se dice que dos átomos son isótopos cuando tienen el mismo número atómico o número de protones -que es lo que determina que el hidrógeno sea hidrógeno y no oxígeno-, pero la masa atómica es distinta, es decir, varía el número de electrones.
Vienen a ser variaciones del mismo tema, sujetas a cambiantes equilibrios entre la fuerza nuclear fuerte (la que mantiene unido el átomo) y la fuerza electromagnética que tiende a disgregarlo, haciendo que las partículas con la misma carga se repelan entre sí.
Esta última fuerza crece con la masa atómica y es parte de la explicación de que haya isótopos estables e isótopos radioactivos, cuyo núcleo tiende a desintegrarse emitiendo energía.
Parece horriblemente complicado, pero cuando uno se acostumbra es hasta hermoso; también la materia tiene su personalidad. Ni todos los hombres pueden ser iguales, aunque lo parezcan, ni lo son todas las aguas.
Según sea la cercanía de la costa, las temperaturas más altas o más bajas o mayor o menor la vegetación, el agua de cada sitio tiende a dar de sí determinados isótopos del hidrógeno y del oxígeno.
Mapa del agua
Y eso es justo lo que han investigado en Utah, con tal éxito, aseguran, que ya se ven capaces de pintar el entero mapa del agua del grifo en los Estados Unidos, con tanta precisión como otros pintan los estados de rojo o de azul, según si votan demócrata o republicano.
Para ello han barrido 65 ciudades de 18 estados. Uno de los padres del experimento, el ecologista y profesor de biología Jim Ehleringer, despachó a su esposa Edna a patearse los estados centrales y del sur, mientras los hijos del matrimonio, Clare y Dylan, viajaban por el norte. En todas partes entraban en las barberías y peluquerías y pedían pelo cortado o afeitado para tirar. Los barberos y peluqueros pensarían lo que pensaran, pero se lo daban. Toda la familia volvió a casa cargada de sobres llenos de pelo y tetrabiks llenos de agua.
Tamaño esfuerzo en el mejor estilo de los pioneros científicos del siglo XIX se acaba de plasmar en un estudio que publicaba ayer la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias. No es la primera vez que allí oyen hablar de Ehleringer, que antaño ya desarrolló un método -actualmente usado por las unidades antinarcóticos de los Estados Unidos- para determinar si se ha producido cocaína o heroína en un lugar determinado, atendiendo a las variaciones locales de los isótopos de carbono, nitrógeno, oxígeno e hidrógeno, cuando son absorbidos, o no, por las plantas de coca y de opio.
Ehleringer asimismo diseñó un ingenioso sistema para detectar billetes falsos de cien dólares, analizando los isótopos de hidrógeno y de oxígeno residuales del agua con que se regó el algodón empleado para hacer los billetes. Eso sí que es hilar fino.
Ya nadie va a salvarse nunca más por un pelo, sino todo lo contrario. Un único cabello de cualquier persona puede ser suficiente para determinar dónde ha pasado ese individuo las últimas semanas, meses o incluso años. Algo muy útil y que servirá para desmontar coartadas de criminales, para pillar a maridos infieles y hasta para desenmascarar a inmigrantes ilegales recientes que pretendían llevar toda la vida dentro de un país.
La clave es que lo que se come (pero sobre todo lo que se bebe) en cada lugar concreto deja trazas químicas en el pelo, según dicen en la universidad norteamericana de Utah. Y ninguna traza es tan profunda y tan interesante, sostienen, como la del agua del grifo con sus dos mimbres químicos, el hidrógeno y el oxígeno, trenzados en isótopos muy claros.
El experimento actual concluye que hasta un 85% de las variaciones de los isótopos presentes en el cabello de una persona dependen de las variaciones del agua común que bebe.
Materia con personalidad
Se dice que dos átomos son isótopos cuando tienen el mismo número atómico o número de protones -que es lo que determina que el hidrógeno sea hidrógeno y no oxígeno-, pero la masa atómica es distinta, es decir, varía el número de electrones.
Vienen a ser variaciones del mismo tema, sujetas a cambiantes equilibrios entre la fuerza nuclear fuerte (la que mantiene unido el átomo) y la fuerza electromagnética que tiende a disgregarlo, haciendo que las partículas con la misma carga se repelan entre sí.
Esta última fuerza crece con la masa atómica y es parte de la explicación de que haya isótopos estables e isótopos radioactivos, cuyo núcleo tiende a desintegrarse emitiendo energía.
Parece horriblemente complicado, pero cuando uno se acostumbra es hasta hermoso; también la materia tiene su personalidad. Ni todos los hombres pueden ser iguales, aunque lo parezcan, ni lo son todas las aguas.
Según sea la cercanía de la costa, las temperaturas más altas o más bajas o mayor o menor la vegetación, el agua de cada sitio tiende a dar de sí determinados isótopos del hidrógeno y del oxígeno.
Mapa del agua
Y eso es justo lo que han investigado en Utah, con tal éxito, aseguran, que ya se ven capaces de pintar el entero mapa del agua del grifo en los Estados Unidos, con tanta precisión como otros pintan los estados de rojo o de azul, según si votan demócrata o republicano.
Para ello han barrido 65 ciudades de 18 estados. Uno de los padres del experimento, el ecologista y profesor de biología Jim Ehleringer, despachó a su esposa Edna a patearse los estados centrales y del sur, mientras los hijos del matrimonio, Clare y Dylan, viajaban por el norte. En todas partes entraban en las barberías y peluquerías y pedían pelo cortado o afeitado para tirar. Los barberos y peluqueros pensarían lo que pensaran, pero se lo daban. Toda la familia volvió a casa cargada de sobres llenos de pelo y tetrabiks llenos de agua.
Tamaño esfuerzo en el mejor estilo de los pioneros científicos del siglo XIX se acaba de plasmar en un estudio que publicaba ayer la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias. No es la primera vez que allí oyen hablar de Ehleringer, que antaño ya desarrolló un método -actualmente usado por las unidades antinarcóticos de los Estados Unidos- para determinar si se ha producido cocaína o heroína en un lugar determinado, atendiendo a las variaciones locales de los isótopos de carbono, nitrógeno, oxígeno e hidrógeno, cuando son absorbidos, o no, por las plantas de coca y de opio.
Ehleringer asimismo diseñó un ingenioso sistema para detectar billetes falsos de cien dólares, analizando los isótopos de hidrógeno y de oxígeno residuales del agua con que se regó el algodón empleado para hacer los billetes. Eso sí que es hilar fino.

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